La historia bautista: un resumen

La historia bautista: un resumen

«La historia bautista: un resumen» fue tomada del libro Las creencias y la herencia bautista que es parte de Baptist Identity Series (La serie de la identidad bautista) por Guillermo M. Pinson, Jr. y Doris A. Tinker con Skyler G. Tinker. El libro solo o la serie entera (ambos solo en inglés), la cual consiste en diecinueve folletos y dos guías de estudio, se puede adquirir en www.baptistdistinctives.org haciendo clic en «Store» en la cabecera. No se obtienen ganancias en la venta de estos materiales ni se pagan regalías o comisiones; el dinero de la venta va únicamente para reimprimir los materiales. Se da permiso para bajar, imprimir, y copiar «La historia bautista» siempre y cuando se reconozca el sitio www.baptistdistinctives.org en la copia impresa y se indica con la inclusión de © que el material es protegido con los derechos reservados.


Los bautistas tienen una historia maravillosa que contar. Es una historia emocionante, repleta de luchas heroicas y sacrificiales contra la opresión y la tiranía. Es una historia larga, que anda por los acontecimientos de muchos siglos y culturas. Es una historia sangrienta, destacada por la mancha carmesí de mártires. Es una historia desconcertante, caracterizada por conflicto intermitente entre personas que compartían convicciones básicas y fundamentales.

También es una historia compleja que contiene diversas respuestas a preguntas básicas: ¿Quiénes son los bautistas? ¿De dónde originaron? ¿Cómo se difundieron? ¿Por qué están organizados como lo están? ¿Qué creen? ¿De qué maneras forman parte de todo el movimiento cristiano? ¿De qué maneras difieren de otras denominaciones cristianas?

Sin duda, la historia bautista no es una historia sencilla.

Los bautistas desafían las descripciones sencillas. Han sido una gente diversa y todavía lo son. Se extienden por todo el espectro de la vida humana. Sus iglesias se encuentran por todo el mundo. Su historia está repleta de héroes y vilanos, mártires y sobrevivientes, líderes creativos y malcontentos reaccionarios. Aunque algunos bautistas han sido líderes vanguardistas en la historia, otros se han opuesto a cualquier cambio en el statu quo.

A menudo los bautistas no han sido comprendidos resultando en acusaciones falsas. Por ejemplo, su compromiso firme con el señorío de Cristo y la autoridad de la Biblia unido a las creencias corolarias de la competencia del alma y el sacerdocio de todo creyente han convertido a los bautistas en líderes celosos por asegurar la libertad religiosa responsable para todas las personas, no solo para sí mismos. Como resultado, algunos líderes gubernamentales y religiosos los han acusado de traición y herejía; algunos teólogos y filósofos los han acusado de fomentar el anarquismo y el híper-individualismo. Tales acusaciones falsas han producido una persecución feroz de los bautistas de parte de los que temen el esfuerzo bautista a favor de la libertad.

En algunas maneras la vida bautista parece ser una mezcla de contradicciones. Las iglesias bautistas son inconmovibles en su autonomía, por ejemplo, guardando con tenacidad al gobierno congregacional por los miembros de cada congregación y resistiendo las jerarquías religiosas. Sin embargo los bautistas han formado muchas de las organizaciones más fuertes en las misiones, el ministerio, la educación y la benevolencia en el mundo, todas basadas en la cooperación voluntaria.

Desconcertadamente diversas pero asombrosamente similares, así se caracterizan las personas llamadas bautistas.

Ciertamente los bautistas son diversos. En ese sentido hay muchas historias bautistas. Sin embargo, casi todos los bautistas comparten creencias y prácticas básicas que los hacen una denominación distinta. Estas creencias y prácticas fundamentales abarcan lo que algunos llaman la “receta bautista”: la Biblia como la única autoridad escrita para la fe y la práctica, el señorío de Cristo, la competencia del alma, la salvación por gracia por medio de la fe sola, el bautismo de solo creyentes por la inmersión, el sacerdocio de todo creyente, la membresía regenerada de la iglesia, las dos ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor, el gobierno congregacional, la autonomía de las iglesias, la cooperación voluntaria, la libertad de religión, el evangelismo, las misiones, el ministerio, la acción social y la educación cristiana.

De hecho, muchos de los ingredientes en la receta también son parte de otras denominaciones cristianas, pero la totalidad de la receta bautista es lo que hace de un bautista un bautista. Las siguientes páginas cuentan la historia de cómo la “receta bautista” ha sido desarrollada y expresada en la vida bautista.

Es imposible contar la historia entera de los bautistas a grandes rasgos sobre un lienzo literario de solo unas cuantas páginas. Lo que se ofrece aquí es nada más una reseña breve. Pero se espera que estas pocas páginas les puedan proporcionar a los que no conocen la historia bautista un panorama útil, y para los que conocen bien la historia, quizás esta reseña avivará una apreciación renovada para los que se llaman bautistas.

Comienzos bautistas

Desde la época del Nuevo Testamento existen grupos de cristianos que adhieren a ciertos principios valorados por los bautistas. En el siglo 17 los bautistas llegaron a ser conocidos como una denominación aparte. Los bautistas quizás no estén de acuerdo en todos los detalles de su inicio, pero todos concuerdan en que es de suma importancia para los bautistas encarnar las creencias y prácticas de las iglesias descritas en el Nuevo Testamento.

Los bautistas creen que las iglesias del Nuevo Testamento estaban integradas exclusivamente de creyentes bautizados en Cristo quienes voluntariamente se unieron los unos con los otros en congregaciones autónomas que se gobernaban a sí mismos bajo el señorío de Cristo y con la dirección y el poder del Espíritu Santo. Estos cuerpos de cre-yentes bautizados nunca fueron apoyados ni por las leyes ni por las finanzas gubernamentales. Ellos dependían del apoyo voluntario de los miembros. Las creencias y las prácticas de las iglesias del Nuevo Testamento son lo que los bautistas procuran imitar en sus iglesias.

Dentro de trescientos años desde el inicio del movimiento cristiano, se dieron cambios vastos en él. Uno de los más obvios fue el cambio radical en la relación de las iglesias con los gobiernos. En la época del Nuevo Testamento las iglesias no recibían apoyo de parte del gobierno sino que fueron perseguidas por oficiales del gobierno del Imperio Romano. La persecución variaba en su intensidad más sin embargo continuó por más de dos cientos años.

No obstante, para el final del cuarto siglo la fe cristiana había llegado a ser la religión oficial del Imperio Romano. Los emperadores Romanos hicieron un papel importante en determinar cuál rama del movimiento cristiano sería la oficial. A fin de cuentas, los gobernadores reconocieron una sola forma del cristianismo y persiguieron a todos aquellos que no se unieron a la iglesia oficialmente apoyada por el gobierno. Así comenzó la larga y sangrienta unión entre la iglesia y el estado.

Debido a varias causas, las iglesias establecidas (o sea, las que el gobierno apoyaba de manera oficial) del este y oeste del Imperio se fueron alejando las unas de las otras. Desarrollaban diferentes enfoques en la teología, la adoración, la organización y especialmente en la relación a la autoridad de Roma y el Papa. En 1054 la división se formalizó. Roma llegó a ser el centro dominante de la sección occidental de las iglesias apoyadas por el gobierno y Constantinopla el del lado oriental. Así la Iglesia católica romana llegó a ser la religión oficial de Europa Occidental.

El crecimiento bautista inicialmente se dio en Europa Occidental, y allí se enfocará esta reseña de la historia bautista.

La libertad de religión no se conocía en Europa donde la Iglesia católica romana estaba aliada con el gobierno. Los disidentes, o sea los que sostenían una perspectiva diferente a la fe cristiana que la de la iglesia apoyada por el gobierno, se consideraban herejes por la iglesia del estado y traidores por el gobierno. Sufrieron persecuciones frecuentes. Miles de hombres y mujeres fueron encarcelados, torturados, y ejecutados.

Al principio del siglo 16 el monopolio religioso de la Iglesia católica romana fue derrocado por la Reforma protestante. Los que participaron en la Reforma fueron llamados protestantes porque protestaban contra las creencias y las prácticas de la Iglesia católica romana.

La mayoría de los movimientos religiosos iniciados por los líderes de la Reforma, como Martín Lutero (1483-1546) y Juan Calvino (1509-1564), continuó con el bautismo de infantes y mantuvo una relación cercana entre la iglesia y el estado. Los que estaban en desacuerdo con los puntos de vista de los líderes de la Reforma fueron perseguidos, incluyendo a los que sostenían muchas de las creencias y prácticas atesoradas por los bautistas a lo largo de los años, como el bautismo del creyente y la libertad de religión.

Algunos de estos grupos perseguidos se llamaban los anabautistas. La palabra anabautista sale de dos palabras: “ana” que significa “otra vez” y “bautista” que significa “bautizar”. Se les llamaban a dichos grupos así porque insistían que el bautismo de infantes no era una forma válida de bautizar según el Nuevo Testamento y declaraban que solo aquellos que ponían su fe en Cristo como Salvador y Señor debían ser bautizados como creyentes.

Así que entre los anabautistas, una persona que había sido bautizada como infante y después llegó a ser creyente fue bautizada de nuevo. Existen muchas clases de anabautisas, pero todos sostenían la misma postura sobre el bautismo.

Los que llegaron a ser conocidos como bautistas dejaron en claro desde sus primeras declaraciones confesionales, como la Confesión de Londres de 1644, que no eran anabautistas. Sin embargo, en efecto compartían algunas de las creencias básicas de los anabautistas, como la autoridad de la Biblia para la fe y práctica cristiana y la necesidad de que una persona confíe conscientemente en Cristo como Señor y Salvador antes de ser bautizada.

La denominación bautista surgió como una denominación claramente distinta en el siglo 17 en Inglaterra.

En Inglaterra la Reforma dio un giro distinto cuando el rey Henry VIII (1491-1547) se separó de la Iglesia católica romana en 1534 y estableció la Iglesia de Inglaterra, con él mismo como por cabeza, tanto del gobierno como de la iglesia. Su decisión hundió a Inglaterra en un conflicto interno religioso y político. No solo estaban los católicos y los protestantes en guerra los unos con los otros sino que la Iglesia de Inglaterra llegó a dividirse.

Muchos ingleses permanecieron fieles a la Iglesia de Inglaterra tal y como existía. Sin embargo, otros rechazaron lo que consideraban prácticas anti-bíblicas dentro de la Iglesia de Inglaterra e intentaron purificarla desde adentro; éstos fueron conocidos como los puritanos. Todavía otros, descartando la idea de reforma desde adentro, se apartaron y formaron congregaciones independientes; se les conocía como los separatistas. Todos estos grupos se apegaron a la creencia en el bautismo de infantes.

Ya que se rehusaron observar las leyes que apoyaban la Iglesia de Inglaterra, tanto los puritanos como los separatistas fueron perseguidos por la Iglesia de Inglaterra y por los oficiales del rey. Al ascender el rey Jacobo I (1566-1625) al trono en 1603, declaró, “Yo los haré ceder o los acosaré hasta que salgan de esta tierra.” Muchos de ellos rehusaron ceder y, de hecho, fueron acosados hasta que salieron de Inglaterra.

Para el año 1607, John Smyth (1570-1612), un pastor separatista educado en Cambridge, llevó a su pequeña congregación a Ámsterdam, Holanda donde existía más libertad de religión que en Inglaterra. Sus estudios de la Biblia lo llevaron a aceptar muchas creencias como las que sostienen los bautistas de hoy día, como el bautismo del creyente y el rechazo del bautismo de infantes, la salvación por gracia solo por medio de la fe y no por los sacramentos, la Cena del Señor como algo simbólico, y la libertad religiosa con su corolario de la separación de la iglesia del estado.

Smyth se bautizó a sí mismo y luego a los miembros de su congregación a finales de 1608 o al principio de 1609. Al hacer eso, estableció lo que se reconoce como la primera iglesia bautista de habla inglesa de los llamados tiempos modernos.

La confesión de las creencias que Smyth desarrolló para la iglesia en Ámsterdam estaba repleta de citas bíblicas. La disponibilidad de la Biblia en inglés fue un factor importante en el comienzo de las iglesias bautistas en Inglaterra. Por siglos la Biblia no estaba accesible a las personas ordinarias. Hasta el desarrollo de la imprenta en el siglo 15, copias de la Biblia eran escasas, cada una siendo escrita a mano.

Algunos manuscritos de la Biblia estaban disponibles en griego y hebreo, los idiomas en los cuales la Biblia fue escrita originalmente, pero la mayoría estaban en latino, la lengua oficial de la Iglesia católica romana. Muy pocos podían leer el griego, el hebreo, ni el latino, pero los eruditos de la Iglesia sí podían. Cuando John Wycliffe (1328-1384), William Tyndale (1495-1536), y Miles Coverdale (1488-1569) tradujeron la Biblia al inglés, la gente podía leer la Biblia por sí sola.

Los bautistas en Inglaterra fueron perseguidos con severidad.

Muchas personas, incluyendo los bautistas, llegaron a la convicción de que la iglesia establecida por el gobierno, la Iglesia de Inglaterra, no interpretaba la Biblia correctamente. Uno de éstos fue Thomas Helwys (1556-1616), un miembro bien enseñado de la congregación de Smyth. Él llevó a un grupo de regreso a Inglaterra de Holanda. Para el año 1612 él había comenzado una iglesia bautista en Spitalfields, una sección de Londres.

Helwys escribió un libro titulado A Short Declaration of the Mystery of Iniquity (Una declaración corta del misterio de la iniquidad) en el cual abogó por la libertad de religión y desafió la autoridad del rey sobre la vida religiosa de sus súbditos. En el libro Helwys escribió una dedicatoria personal al rey Jacobo I, el monarca reinante quien, como tal, también era cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Helwys declaró que el rey no tenía ninguna autoridad sobre la vida espiritual de sus súbditos. El rey respondió arrestando y encarcelando a Helwys. Él murió en prisión, un mártir por haberse mantenido fiel a la convicción bautista de que solo Cristo es el Señor de las iglesias.

La luz bautista no se apagó con la muerte de Helwys. Los bautistas pronto formaron otras iglesias en Inglaterra; muchas más vinieron después. Estos bautistas fueron conocidos como los bautistas generales; ellos creían que la salvación estaba disponible por gracia a todos los que creyeran en Cristo como Señor y Salvador.

Otro grupo de bautistas conocido como los bautistas particulares nació por el año 1630; ellos creían que la salvación estaba disponible solamente para aquellos que estuvieran predestinados a ser salvos por la gracia de Cristo. Ambos grupos insistían que la salvación era solamente por la gracia de Dios y no por las obras del hombre.

Los primeros bautistas en Inglaterra, tanto los generales como los particulares, sufrieron persecuciones severas de parte de la Iglesia de Inglaterra y del gobierno de Inglaterra. Por muchos años la ley requería que todo ciudadano de 16 años para arriba asistiera a la Iglesia de Inglaterra y practicara el culto de adoración de acuerdo a la liturgia de esa Iglesia. Los cultos bautistas eran ilegales. Los que predicaban sin aprobación oficial del gobierno se consideraban criminales. Los bautistas continuaron reuniéndose para adorar y predicar. Ellos lucharon por una libertad de religión completa para todos y estaban dispuestos a sufrir la persecución por sus convicciones.

Como resultado, muchos bautistas fueron encarcelados en Inglaterra. Uno de ellos fue John Bunyan (1628-1688), el autor del libro clásico El progreso del peregrino, escrito mientras que estaba en prisión. Bunyan describió sus años de joven como impío, pero su primer matrimonio en Elsto en 1650 con una pobre pero piadosa mujer, resultó en su conversión, bautismo, y compromiso a predicar. Ellos se mudaron a Bedford en 1655. La muerte de ella en 1658 lo dejó con cuatro hijos, siendo uno de ellos ciego. Bunyan continuó predicando y en 1660, el mismo año en que se casó con Elizabeth, su segunda esposa, él fue arrestado por predicar. La ley requería que los cultos se llevaran a cabo en conformidad con la Iglesia de Inglaterra. Dejar de predicar sería violar su consciencia, así que continuó predicando en violación de la ley. Como resultado fue encarcelado por doce años. Las apelaciones frecuentes de su esposa Elizabeth fueron negadas por las autoridades a pesar de que ella quedó sin nada como para cuidar a sus hijos. Bunyan nunca abandonó su compromiso de obedecer a Dios y no a los hombres. Fue puesto en libertad solo después de que Carlos II (1630-1685) emitió la Declaración de Indulgencia Religiosa en 1672.

El grado de la libertad religiosa cambió de cuando en cuando. Finalmente, para 1688 los bautistas y otros disidentes fueron tolerados por las leyes de Inglaterra, cesó la persecución severa, y las iglesias bautistas y sus miembros se fueron multiplicando. Sin embargo, existía nada más la tolerancia, no la libertad de religión plena. La Iglesia de Inglaterra siguió en su posición favorecida y recibía apoyo financiero por medio del sistema impositivo.

La inmersión llegó a ser el modo aceptado del bautismo por los bautistas.

En 1644 los bautistas particulares emitieron una confesión de fe (no un credo, sino un resumen de sus doctrinas) en la cual abogaron por el bautismo del creyente por la inmersión. Hasta ese momento, el bautismo de los creyentes se efectuaba por la efusión o la aspersión. En dicha confesión de fe, cada punto fue respaldado con referencias a pasajes bíblicos debido a la creencia bautista de que la Biblia es la única autoridad para la fe y práctica cristiana. La palabra “bautismo” es una transliteración de la palabra griega en el Nuevo Testamento que significa sumergir.

Esta confesión de fe resultó influyente, y los bautistas de toda clase empezaron a practicar la inmersión. Así llegaron a ser conocidos como los bautistas. Durante los primeros años de los bautistas en Inglaterra, se les llamaban a las iglesias por una variedad de nombres, como “Iglesias de Cristo en Londres, Bautizados,” “Iglesias Bautistas”, e “Iglesias del Camino Bautizado.” Para el siglo 19 el vocablo “Iglesia Bautista”, en referencia a las congregaciones locales, se había hecho común y el bautismo de los creyentes por inmersión había llegado a ser la norma bautista aún en medio de las dificultades que conllevaba.

Al principio el término “bautista” era una manera de poner en ridículo a los bautistas por los que estaban en desacuerdo con la práctica del bautismo del creyente por inmersión. Sin embargo, como a veces sucede, este término despectivo llegó a ser una medalla de honor, llevada sin vergüenza por los bautistas.

Los bautistas Ingleses han producido líderes fuertes.

Los bautistas en Inglaterra han producido líderes que han ayudado a moldear la historia bautista. Por ejemplo, se le llama a William Carey (1761-1834) “El Padre de las Misiones Modernas” por el papel que hizo en desarrollar el primer esfuerzo bautista de misiones. En 1792 él trabajaba como pastor joven de una pequeña iglesia bautista y apoyaba a su familia como un zapatero. Mientras practicaba la zapatería, él reflexionaba en oración sobre un mapa del mundo. Su estudio de la Biblia y de la población mundial lo convenció que todas las personas en todo el mundo necesitaban escuchar el evangelio.

Predicó un sermón para ese propósito en una reunión de la asociación bautista y apeló a sus compañeros bautistas a lanzar un esfuerzo para compartir el evangelio por todo el mundo. Los historiadores se refieren a este sermón como el “sermón eterno” porque inició un movimiento que ha permanecido vivo a pesar de grandes dificultades. Se predicó del texto de Isaías 54:2 y solo tenía dos puntos: Espera grandes cosas de Dios. Intenta grandes cosas para Dios.

Aunque al principio la súplica de Carey fue rechazada, unos cuantos pastores decidieron unirse a él en sus convicciones y establecieron la primera organización bautista para misiones, llamada comúnmente como la Sociedad Misionera Bautista. Los líderes de la Sociedad les pidieron a Carey y a John Thomas (1757-1801), un médico, que fuesen los primeros misioneros enviados por la Sociedad. Ellos tenían que ir a la India. La esposa de Carey, Dorothy (1756-1807), quien estaba embarazada, al principio se rehusó a emprender el viaje. Pero después de más consideración y el nacimiento del bebé, llamado Jabes, ella decidió unirse a Carey y Thomas con tal que su hermana Catarina les acompañara. Conseguir el pasaje resultó difícil. La Compañía East India controlaba la entrada a las áreas de la India bajo el dominio británico y se oponían a la entrada de cualquier persona, incluyendo a los misioneros, que la Compañía creyera que podría causar la disminución de las ganancias al crear controversia entre el pueblo Indio.

Al no haber barcos británicos disponibles, un barco holandés por fin accedió llevar al grupo el cual era integrado por William y Dorothy Carey, sus 4 hijitos, incluyendo el bebé, la hermana de Dorothy, y Thomas. Zarparon en junio de 1793 y llegaron a Calcutta en noviembre. Su viaje de cinco meses los llevó por la costa de Europa, África, Sudamérica, y Asia.

Inmediatamente se encontraron con graves problemas. La ineptitud de Thomas en manejar las finanzas del grupo dejó desprovista a la familia Carey, y fondos de la Sociedad Misionera no llegaron por muchos meses. Carey tuvo que buscar un empleo secular. Los Británicos y las autoridades de la Compañía India Oriental lo acosaron. Muchos de los Europeos miraron sus esfuerzos con desdén. Tuvieron que vivir en un área infestada de cobras, tigres feroces, y malaria. Las adversidades de una cultura extraña y el clima provocaron la muerte de su hijo de cinco años, Pedro, la cual afectó la salud mental de Dorothy; ella falleció en 1807, sin haber recuperado la salud mental. Carey se casó con Charlotte Rumohr (1761–1821) en 1808, quien fue una ayuda excelente en el trabajo misionero; después de la muerte de ella en 1821 se casó con Grace Hughes (1778–1835), quien era de gran consuelo para Carey en su años mayores.

A pesar de las tragedias y los obstáculos, Carey estableció la obra bautista, la cual, durante más de cuarenta años del servicio misionero de Carey, llegó a ser un ministerio exitoso y multifacético. Él tradujo la Biblia a muchos idiomas locales, predicó en la lengua de la gente de la India, bautizó a los convertidos, ayudó en la plantación de iglesias, estableció una universidad, luchó por reforma moral, y desarrolló un programa de agricultura que benefició a la India.

Al principio muy pocos siguieron el liderazgo misionero de Carey, pero pronto el fervor misionero incrementó hasta que una multitud de bautistas andaba difundiendo el evangelio por todo el mundo. Muchos de estos también experimentaron grandes adversidades, más sin embargo perseveraron. La visión de Carey basada en la Biblia, su disposición de hacer sacrificios para llevarla a la realidad, y el establecimiento de una organización misionera fue un punto determinante en la historia bautista.

Muchos otros bautistas ingleses ayudaron a moldear la denominación bautista. John Clifford (1836-1923), quien fue electo como el primer presidente de la Alianza Bautista Mundial en su primera reunión en Londres en 1905, fue un pastor activo en los esfuerzos en pro de la libertad religiosa y la justicia social. Se le puso el título “Príncipe de los Predicadores” a Charles H. Spurgeon (1834-1892), quien era un pastor en Londres de una iglesia grande y quizás el predicador más conocido de su época. Los sermones de Spurgeon fueron publicados y diseminados extensamente. Spurgeon inauguró una escuela para capacitar a pastores. Alexander Maclaren (1826-1910), quien llegó a ser famoso por su predicación expositiva, sirvió como presidente de la Unión Bautista Británica dos veces y presidió sobre la primera reunión de la Alianza Bautista Mundial en 1905.

Los bautistas en Norte América

El comienzo de los bautistas en Norte América, así como en Inglaterra, llegó en medio de la persecución y controversia religiosa. En la primera parte del siglo 17 los colonos de Inglaterra empezaron a establecerse en Norte América. Tanto los puritanos como los separatistas estaban entre los líderes quienes colonizaron el territorio que llegó a ser conocido como Nueva Inglaterra. Entre ellos estaba Roger Williams (1603-1683), un joven puritano educado en Cambridge quien llegó al área de Boston en 1631, habiéndose hecho un separatista. Fue un estudiante brillante de la Biblia, pero se le veía como agitador casi desde el momento de su llegada.

En primer lugar, Williams creyó que los indígenas norteamericanos debían ser compensados por sus tierras en vez de permitir que los colones las confiscaran. También, Williams creyó y enseñó perspectivas sobre la relación entre la iglesia y el estado que eran muy diferentes a las de las autoridades gobernantes.

Él enseñaba que, en base al Nuevo Testamento, la gente debería estar libre para practicar el culto de adoración de acuerdo al dictado de la consciencia, no al dictado del gobierno. Insistía que los gobiernos no debían imponer creencias y prácticas religiosas. Se encontró enredado en controversia con las autoridades oficiales como resultado de mantener este punto de vista. Finalmente, Williams fue enjuiciado y al ser hallado culpable de la sedición y herejía, las autoridades lo sentenciaron a ser deportado y regresado a Inglaterra.

Antes de que se pudiera llevar a cabo la sentencia, él abandonó la colonia y viajó al sur en el invierno de 1635-36. Dejó atrás a Mary (1609-1676), su esposa, y a sus hijos hasta que pudo encontrar un lugar seguro para vivir como familia.

Las primeras iglesias bautistas en Norte América se organizaron en Rhode Island.

Acogido por los indígenas, Williams sobrevivió un invierno severo y se estableció en lo que ahora es el estado de Rhode Island. Su familia se unió con él allí. Williams compró un terreno de los indígenas Narragansett, estableció el pueblo de Providencia, y fundó la Plantación de Providencia como el primer gobierno en la historia que practicaba la libertad religiosa y la separación de Iglesia y Estado. Aquel lugar llegó a ser la colonia y después el estado de Rhode Island.

El estudio de la Biblia llevó a Williams a repudiar no solo la unión de la iglesia y el estado sino también su propio bautismo como infante. Llegó a la convicción de que el bautismo del creyente era la interpretación bíblicamente correcta. Algunos que habían llegado a vivir en Providencia también compartían la convicción de Williams sobre el bautismo. Uno de ellos fue Ezequiel Holliman (1586-1659). Una genealogía de la familia de Holliman contiene el siguiente recuento: “1639. Él bautizó a Roger Williams y también fue bautizado por él, los dos estando entre los doce miembros originales de aquella iglesia en Providencia.” Estos creyentes bautizados constituían lo que se considera la primera iglesia bautista en el Nuevo Mundo. Williams llegó a creer que ninguna iglesia cumplía completamente con las pautas del Nuevo Testamento. Así que salió de la iglesia bautista que había ayudado a fundar, y nunca se unió a otra. Sin embargo, sus relaciones con los bautistas se mantuvieron cordiales, y siguió firme en su convicción sobre la libertad de religión.

John Clarke (1609-1676), un amigo y vecino de Williams, era médico y pastor. Él también había salido de Massachusetts por la intolerancia religiosa que había allí. Fundó una iglesia bautista en Newport, cerca de donde Williams y los demás habían formado una iglesia bautista. Clarke llegó a ser un líder en el movimiento creciente de los bautistas en esa área. Después de años de presentar peticiones ante el gobierno de Inglaterra, él y Williams finalmente recibieron una carta oficial del gobierno que garantizaba la libertad de religión en la colonia de Rhode Island.

Los bautistas en Norte América sufrieron persecución por doscientos años.

Esta clase de libertad no existía en la mayoría de las áreas al norte y al sur de Rhode Island. Por ejemplo, en Massachusetts, los bautistas fueron perseguidos severamente. Los bautistas y otros disidentes muchas veces fueron castigados por multas, prisiones, y azotes—a veces golpeados hasta sangrar. Tal fue el caso de Obadiah Holmes (1606-1682).

Holmes fue miembro de la iglesia bautista en Newport pastoreada por John Clarke. Clarke, en el libro Ill Newes From New-England, habló de una visita a Massachusetts in 1651 que hizo él con Holmes y otro miembro de la iglesia, John Crandall. Se hospedaron en el hogar de William Witter, también un creyente bautizado. El día domingo, Clarke realizó un culto privado de adoración en la casa de Witter. Oficiales del gobierno entraron a la fuerza, interrumpieron el culto, y arrestaron a los tres hombres de Newport. Se los llevaron a Boston donde fueron encarcelados y condenados sin juicio. Las cargas en contra de ellos, entre otras cosas, conducir un culto de adoración en violación de la ley en Massachusetts y rechazar la legalidad del bautismo de infantes. Les impusieron multas a los tres o, en su defecto, serían “bien azotados”. Amigos de Clarke y Crandall pagaron las multas y después de haber pasado varios días en la cárcel fueron liberados.

No obstante Holmes reusó aceptar el pago de su multa. Como resultado su sentencia de ser “bien azotado” fue realizada. Quedó desnudado hasta la cintura, amarrado a un poste en público, y fue azotado treinta veces por un verdugo experto con un látigo de tres cuerdas; su espalda desprotegida sufrió así noventa tajos, quedando triturada en una masa de carne sangrienta. Antes del azote Holmes rechazó cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor y oró por que Dios le diera las fuerzas para aguantar los golpes sin gritos de dolor sino más bien testimonio a la fidelidad de Dios. Sobre esta experiencia Holmes escribió: “Mientras el hombre comenzaba a golpearme la espalda, le dije a la gente, aunque mi carne y mi espíritu desfallezcan, Dios no fallaría; Dios se complació en entrar y llenar mi corazón y mi lengua como una vasija llena, y con voz audible clamé, orando a Dios que no les cargara con este pecado y diciéndoles a las personas que ahora al encontrar que Dios no me falló yo confiaría por siempre en Aquel quien no me falló.”

Holmes describió lo que sucedió después de la paliza brutal: “Cuando me soltaron del poste, les dije a los magistrados con gozo en mi corazón y alegría en mi semblante, mientras que los espectadores observaron, que me habían azotado como si fuera con rosas.” Él declaró que Dios había calmado su dolor durante el azote brutal para que pudiera dar testimonio fiel. Las heridas horrendas requirieron semanas de sanación dolorosa.

Holmes se regocijó que pudiera ser testigo fiel, escribiendo, “Ahora le ha complacido al Padre de Misericordia disponer en este asunto que mis ataduras y encarcelamientos no hayan sido obstáculos al Evangelio, pues antes de mi regreso, algunos se entregaron al Señor, y fueron bautizados, y varios otros se pusieron a indagar…”

La valentía de Holmes y la brutalidad de las autoridades gubernamentales dejaron una impresión marcada en muchas personas. Por ejemplo, Henry Dunster (1609-1659), el primer presidente de la Universidad de Harvard, se quedó impresionado de la valentía bautista frente a la persecución. Él estudió las creencias bautistas y adoptó el concepto bautista del bautismo del creyente y así rechazó el bautismo de infantes. Rehusó bautizar a su bebé varón, y los líderes de la iglesia estatal, que insistían en el bautismo de infantes, destituyeron a Dunster de la presidencia de Harvard en 1654.

Frente a la hostilidad gubernamental, los bautistas continuaron predicando y plantando iglesias. En 1665 se atrevieron a comenzar una iglesia en Boston en el corazón del dominio puritano. Al principio se reunían en secreto en casas, pero en 1679 construyeron un edificio sencillo en el cual adoraban.

Un día domingo en 1680 los adoradores encontraron las puertas clavadas por orden de la Corte General con el siguiente aviso:

Se les avisa a todas las personas que por orden de la Corte las puertas de esta casa de adoración están cerradas y que es prohibido realizar cualquier reunión adentro o abrir las puertas del mismo sin licencia de las Autoridades, hasta nuevo aviso del Concilio General. Los que actúan al contrario se hacen responsables de las consecuencias correspondientes. Fechado el octavo día de marzo, 1680, en Boston por orden del Concilio.

Perseverantes, los bautistas se congregaron afuera en el frío y la lluvia. La historia de la Primera Iglesia Bautista de Boston informa que, “Para el siguiente domingo, inexplicablemente las puertas se encontraron abiertas y nunca fueron cerradas otra vez por las autoridades.”

El contraste entre la Colonia de Massachusetts Bay y la Plantación de Providencia, que es Rhode Island, fue realmente grande.

En un sermón por John Winthrop (1588-1649), uno de los líderes puritanos de Massachusetts, hizo alusión a Mateo 5:14 y declaró que la colonia debería ser una “ciudad asentada sobre un monte”, un ejemplo de lo que él creía que una sociedad debería ser. Sin embargo, la colonia carecía de libertad de religión y la democracia, siendo ambas rechazadas por los puritanos.

Winthrop declaró que la democracia era la “forma de gobierno más pobre y la peor de todas”. La iglesia y el estado servían de apoyo mutuo en la Nueva Inglaterra puritana. Aquellos que se establecieron allí llegaron buscando su propia libertad de religión, pero no la de los demás. Los que no estaban de acuerdo con la iglesia establecida, tales como Roger Williams y Henry Dunster, sufrieron a manos de ella.

En contraste, John Clarke describió a Rhode Island como un “experimento vivaz”, un experimento en libertad de religión. La Iglesia y el estado estaban separadas, y existía la libertad de religión. La gente perseguida por sus convicciones religiosas en otras partes de las colonias llegaban a Rhode Island. Roger William en su libro El sangriento dogma de la persecución por causa de conciencia promulgó el fundamento de libertad sobre el cual descansaba la colonia de Rhode Island: “Es la voluntad y el mandato de Dios que, desde la venida de su Hijo el Señor Jesús, se les concediera la libertad de consciencia y adoración a los hombres de toda nación y país, aún los más paganos, judíos, turcos (islámicos) y anti-cristianos.” Esta bienvenida tan abierta atrajo una gran variedad de personas a la colonia.

Algunos llegaron para estar libres para adorar de acuerdo al decreto de su consciencia, en vez del decreto de las autoridades gubernamentales. Muchos otros llegaron para ser libres para no adorar; es decir, llegaron para escapar la religión, no para aceptarla. En algunas colonias fue obligatoria la adoración en la iglesia apoyada por el gobierno. En Rhode Island nadie fue obligado a asistir o apoyar o creer en una institución eclesiástica cualquiera que fuera. ¡El resultado fue una población muy lejos de ser homogénea! Gobernar una ciudadanía tan diversa resultó no ser muy fácil. La colonia fue en verdad un experimento y bien vivaz. No obstante la colonia prosperó.

Los bautistas soportaron la persecución en las colonias del sur.

Mientras que los bautistas comenzaban a plantar iglesias en las colonias del sur, enfrentaron la persecución, a veces tan feroz como la de Nueva Inglaterra. La primera iglesia bautista en el sur fue constituida en Charleston, South Carolina en 1696, y más iglesias bautistas se iniciaron a principios del siglo dieciocho en Virginia, Carolina del Norte y Georgia.

Entre las colonias de sur, los bautistas en Virginia soportaron maltratos severos en el extremo. La Iglesia de Inglaterra era la iglesia establecida y apoyada por el estado en Virginia. Por haberse atrevido a predicar el evangelio sin un permiso oficial del gobierno, los bautistas fueron multados, encarcelados, y hostigados.

El cargo presentado por las autoridades gubernamentales en contra de los predicadores bautistas consistía en muchas ocasiones en el haber perturbado la paz. Por ejemplo, en 1768 varios predicadores bautistas fueron arrestados, llevados ante los tribunales, y enjuiciados como los que perturbaban la paz. El abogado quien presentó el cargo contra ellos declaró, “Su Señorío, estos hombres son grandes perturbadores de la paz, pues al encontrarse con cualquier hombre en el camino se consideran obligados a hacerle tragar una porción de las Escrituras.”

El aprieto de los bautistas ganó la simpatía de algunas personas de influencia en Virginia. Por ejemplo, Patrick Henry (1736-1799), según cuentan, servía como defensor de los bautistas. Los informes indican que en una ocasión cabalgó más de cincuenta millas a Fredericksburg para defender a tres predicadores bautistas que habían sido arrestados y acusados de predicar el evangelio sin permiso de las autoridades gubernamentales. Después de escuchar la lectura de los cargos en contra de estos hombres, departe del secretario municipal, y de oír los comentarios del fiscal, Henry tomó el documento que contenía la acusación y se dirigió al tribunal. “Con el permiso de su señorío, ¿qué escuché?” Luego él repitió el cargo contra los prisioneros: “¡Por predicar el evangelio del Hijo de Dios!” Lentamente pasó el papel tres veces alrededor de su cabeza, alzó sus ojos hacia el cielo, y exclamó, “¡Dios mío!” Henry procedió con elocuencia y pasión a presentar una defensa de la libertad religiosa. Se refirió tres veces al documento de acusación mientras lo agitaba lentamente alrededor de su cabeza. Impactado por su discurso el magistrado que presidía exclamó, “¡Alguacil, ponga a estos hombres en libertad!”

Muchos otros predicadores bautistas fueron arrestados, multados, desterrados, azotados y encarcelados. Fueron detenidos en la cárcel por semanas, muchas veces en circunstancias detestables. Uno de los perseguidos fue James Ireland (1748-1806), un joven predicador bautista, quien fue arrestado en 1769 y encarcelado en Culpeper, Virginia, por predicar. En su autobiografía, Ireland escribió acerca de la dura experiencia. Reportó que una muchedumbre hostil le lanzó piedras, palos e insultos mientras iba a la cárcel. Desde noviembre hasta abril él sufrió en una cárcel fría y asquerosa. Los vientos gélidos del invierno soplaron por debajo de la puerta rota y por las grietas en las paredes.

Sus perseguidores conspiraron contra él para atormentarlo, humillarlo, y hasta matarlo. Hicieron estallar pólvora debajo del piso de la cárcel, llenando así la cárcel de humo asfixiante de azufre y pimienta india, para envenenarlo. Durante los meses atormentados en prisión, él predicó a las multitudes por las rejas de hierro en la ventana de su celda, poniendo en peligro no solo a sí mismo sino también a las personas que escuchaban. Sus enemigos cabalgaron a patadas por la muchedumbre, arriesgando la vida de los que se habían reunido para escuchar a Ireland. En su autobiografía indicó que estos acontecimientos eran nada más unos ejemplos del abuso que sufrió: “De este modo he contado de mis padecimientos personales, a los cuales se les podrían agregar cien circunstancias más.” Ireland sobrevivió el maltrato, pero como resultado de su persecución su salud quedó perjudicada por el resto de su vida.

Tales incidentes sirvieron para intensificar los esfuerzos de líderes respetados de Virginia como James Madison (1751-1836) y Thomas Jefferson (1743-1826) por asegurar la libertad de religión. Sin embargo la resistencia a tales esfuerzos de parte de la iglesia estatal de Virginia retardó el proceso.

La cooperación voluntaria de los bautistas comenzó a desarrollarse.

En las colonias centrales, los bautistas gozaron de mayor libertad religiosa que en las otras áreas de Norte América. El fundador de Pennsylvania fue William Penn (1644-1718), un Cuáquero, y la enseñanza de los cuáqueros sobre la libertad religiosa influyeron en la región. Muchos de los habitantes en las colonias centrales provinieron de Gales. Algunos eran bautistas.

Los bautistas gales enfatizaron el evangelismo, el compañerismo acoge-dor, la predicación ferviente y el canto congregacional. No se oponían tanto a organizaciones más allá de las congregaciones locales como algunos bautistas. Así que no es sorprendente que uno de los primeros pasos hacia la cooperación entre los bautistas se dio en Pennsylvania.

El crecimiento entre los bautistas alimentó el deseo de algunos por mayor cooperación. Tan temprano como la década de 1640 los bautistas en Inglaterra habían formado asociaciones para el compañerismo y la cooperación en varios esfuerzos. Los bautistas en Norte América adoptaron el mismo patrón, y en 1707 formaron la Asociación Bautista de Filadelfia, la asociación más antigua que existe en Norte América.

La asociación se formó con la cooperación de cinco iglesias, todas pequeñas, de Nueva Jersey, Pennsylvania, y Delaware. Para la década de 1750, la asociación se extendía desde Nueva Inglaterra hasta las colonias del sur. Funcionó de alguna forma como un cuerpo nacional de cooperación, e influyó en otros esfuerzos cooperativos.

Los bautistas también cooperaron para fundar una universidad, la Universidad de Rhode Island, en 1764. Desde el principio la universidad proclamó los principios de la libertad de religión. En 1804 fue renombrada Brown University en honor a un donador pudiente. La institución educó a muchos de los primeros líderes bautistas. También puso un ejemplo para que los bautistas establecieran numerosas instituciones de educación a lo largo de los Estados Unidos en los años venideros.

Los bautistas no crecieron rápidamente en Norte América hasta el Primer Gran Despertar en las décadas de 1730 y 1740.

Miles de personas experimentaron una conversión genuina durante el Gran Despertar que se difundió por la mayoría de las colonias durante las décadas de 1730 y 1740. Al principio del Despertar, había menos de cincuenta iglesias bautistas desde el estado de Maine hasta Florida, contando éstas con solamente unos mil miembros. Eso cambió rápidamente.

Aunque los bautistas no tenían mucho que ver con el comienzo del Despertar, ellos se beneficiaron grandemente de él. Miles de personas se salieron de las iglesias oficiales de las colonias, considerándolas demasiado frías en su religión para su fervor nuevo, y se unieron con los bautistas y otras denominaciones.

El Gran Despertar provocó una división entre los bautistas. Los que aceptaron el Despertar llegaron a ser conocidos como separatistas o nuevas luces. Los que lo veían con desaprobación, principalmente por lo que consideraban emoción excesiva, se llamaron bautistas regulares o viejas luces. Muchos bautistas separatistas desconfiaban de la educación para pastores y favorecían alabanza informal y emotiva. La mayoría de los bautistas regulares favorecían la educación y un estilo de alabanza más formal. Para el año 1800 los dos grupos se habían reconciliado, pero estos dos énfasis distintos permanecieron en la vida bautista.

Los bautistas llegaron a ser conocidos por su fervor evangelista.

El énfasis en el evangelismo entre los bautistas separatistas llegó a permear la vida bautista. Ello, a su vez, llevó al crecimiento del número de bautistas y de iglesias bautistas. Un ejemplo del fervor evangelística de estos bautistas quienes eran el producto del Gran Despertar, es la Iglesia Bautista de Sandy Creek. Organizada en Carolina del Norte por Shubal Stearns (1706-1771) en 1755, en solo diecisiete años esta iglesia desempeñó un papel clave en plantar cuarenta y dos iglesias, de las cuales salieron 125 predicadores evangelistas.

El diario de John Leland (1754-1841), un predicador bautista en Nueva Inglaterra y en Virginia en la última parte del siglo dieciocho, registra el compromiso al evangelismo tanto como al bautismo del creyente por la inmersión. Su descripción del bautismo en Virginia indica un compromiso firme de los bautistas con la inmersión como la forma correcta del bautismo: “He visto que cortan el hielo hasta más de un pie de grueso, y como la gente se bautiza en el agua, sin embargo nunca he escuchado de ninguna persona que se resfríe ni se enferme al hacerlo.”

Los números de las personas bautizadas variaba por supuesto, pero los documentos de Leland registran el crecimiento significante de los bautistas: “Frecuentemente cuarenta, cincuenta, sesenta han sido bautizados en un día, en un lugar, en Virginia, y a veces hasta setenta y cinco. Hay pastores viviendo ahora en Virginia que han bautizado más de dos mil personas.”

Los bautismos fueron eventos públicos llenos de alegría y como tales fueron también medios para el alcance evangelístico. Leland escribió: “En las horas programadas para el bautismo, las personas marchan al agua cantando en gran procesión: he escuchado a muchas almas declarar que fueron convencidas por primera vez o encontraron perdón por primera vez al ir hacia el agua o aún volviendo de ella.”

El amor de los bautistas por el canto también es evidente en el recuento de Leland: “En los cultos, en cuanto se acaba la predicación, es común entonar algunos cantos espirituales; a veces varias canciones se entonan al mismo tiempo en diferentes partes de la congregación.” ¿Y qué estaban cantando? Leland declara, en cuanto al compositor famoso de himnos, “El Dr. Watts fija la pauta para los bautistas en Virginia; pero no se limitan a él; cualquier composición espiritual cumple su propósito.”

La Revolución Norteamericana (1775-1783) ayudó la causa bautista.

El Gran Despertar aceleró el crecimiento y la influencia de los bautistas. También lo hizo la Revolución Norteamericana. Los bautistas eran insuperables en su compromiso de ayudar a que se estableciera una nación nueva, separada de Inglaterra. Una parte del apoyo bautista se debía a su amor inherente de la libertad, y en otra parte, a la esperanza de que una separación con Inglaterra rompiera el poder de las iglesias estatales en las colonias. Así que los bautistas lucharon por la libertad tanto la civil como la religiosa.

Y sí lucharon. Los bautistas fueron patriotas de hueso colorado. No solo respaldaron la Revolución con sus palabras sino también con sus hechos, llevando armas con sus compatriotas en contra de los Británicos. Un ejemplo de fervor bautista fue John Gano (1727-1804), pastor de la Primera Iglesia de la ciudad de Nueva York. La historia de la Primera Iglesia Bautista declara:

Ya que el pastor y muchos de los miembros se habían unido a la Revolución, los Británicos usaron el edificio como establo de caballos. Gano sirvió como capellán con Coronel Webb, General Clinton, y luego con George Washington. El edificio actual de la iglesia está ubicado en el sitio donde emboscaron al regimiento de Gano mientras que éstos huían, después de derrotas en Long Island, para unirse a Washington. Al celebrarse el Acuerdo de Paz en Newburgh, Washington le pidió a Gano que ofreciera la oración de acción de gracias. Washington también le pidió a Gano que lo bautizara porque al estudiar las escrituras Washington concluyó que como creyente debía bautizarse por inmersión.

Además de servir como capellanes, los bautistas pelearon a lado de soldados que eran miembros de iglesias que habían oprimido a los bautistas. Tal camaradería en contra de un enemigo en común amplió el entendimiento de quién eran los bautistas y qué representaban. La identificación de los bautistas con la causa triunfante de la Revolución también les ganó el respeto nuevo y la atención, no solo de la población en general sino también de los líderes de la nueva nación.

Un ejemplo de tal apreciación de los bautistas por parte de los líderes nacionales es una carta escrita en 1789 por el Presidente George Washington (1732-1799) al Comité de las Iglesias Bautistas Unidas de Virginia. Washington, un miembro de por vida de la Iglesia anglicana, una de las denominaciones que había perseguido a los bautistas, aseguró a los bautistas de su aprecio por ellos y afirmó su propio compromiso a la libertad religiosa.

Sin duda recuerdan que yo he expresado mi sentir a menudo de que todo hombre, quien se comporta como un buen ciudadano y siendo responsable por sus opiniones religiosas ante Dios solo, debería ser protegido en adorar la Deidad de acuerdo a los principios de su propia conciencia.

Me acuerdo con satisfacción de que la sociedad religiosa de la cual ustedes son miembros ha sido, a lo largo de los Estados Unidos, y de manera casi unánime, un amigo fiel de la libertad civil y de los protagonistas que perseveraban en nuestra gloriosa revolución, no me cabe duda de que serán los participantes fieles en un gobierno libre e incluso eficiente.

Los bautistas de toda clase anhelaban la libertad de religión, no solo para ellos mismos sino para todos.

Una consecuencia del crecimiento bautista fue su influencia acrecentada a favor de la libertad religiosa para todos. A lo largo de las colonias, los líderes bautistas como Isaac Backus (1724-1806) en Nueva Inglaterra y John Leland en Virginia, lucharon para que la iglesia y el estado estuviesen libres del control del otro de modo que las personas pudieran disfrutar de la libertad religiosa. En Virginia encontraron aliados en personajes como Thomas Jefferson y James Madison.

El la Guerra de la Revolución, los bautistas lucharon para ganar la libertad de Inglaterra. Pero la victoria no trajo la libertad de religión. Las iglesias estatales continuaron en existencia en algunos de los estados de la nación nueva, y los documentos del gobierno nacional, como los Artículos de la Confederación, no proporcionaron lo necesario para la libertad religiosa.

Los bautistas renovaron sus esfuerzos, y, junto con otros, por fin lograron aumentar la libertad religiosa con la aprobación de la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos como parte de la Declaración de Derechos. James Madison, considerado el “Padre de la Constitución”, con el apoyo bautista, y especialmente el de John Leland, escribió y abogó por la aprobación de la Primera Enmienda que finalmente se logró en 1791.

Sin embargo, la declaración de la Primera Enmienda de que “El Congreso no hará ley alguna para establecer una religión o coartar el libre ejercicio de la misma” se aplicaba solamente al gobierno federal y no a los estados individuales. Algunos estados tenazmente apoyaron una denominación particular. Entre ellos estaba Connecticut.

La Asociación Bautista de Danbury en Connecticut, preocupados de que nunca se lograra la completa libertad de religión por la cual los bautistas y muchos otros habían pagado un precio alto, le escribieron al Presidente Thomas Jefferson en 1801 acerca de sus inquietudes. Él contestó en una carta famosa fechada el 1 de enero, 1802, en la cual describe lo ideal en la separación de Iglesia y Estado. En la carta declaró:

Creyendo con ustedes que la religión es una cuestión únicamente entre el Hombre y su Dios, que tal hombre rinde cuentas a ningún otro por su fe o su adoración, que los poderes legítimos del gobierno alcanzan únicamente a las acciones, no a las opiniones, contemplo con reverencia soberana aquella declaración de todo el pueblo norteamericano que anunció que “El Congreso no hará ley alguna para establecer una religión o para coartar el libre ejercicio de la misma”, así creando un muro de separación entre la iglesia y el estado. Adhiriendo a dicha expresión de la voluntad suprema de la nación a favor de los derechos de la conciencia, yo veré con sincera satisfacción el progreso de estos sentimientos que tienden a restaurarle al hombre todos sus derechos naturales, convencido de que ningún derecho natural que tenía estaba en oposición a sus deberes sociales.

El “progreso de esos sentimientos” avanzó lentamente. No fue hasta 1818 que Connecticut dejó la práctica de designar una iglesia oficial. Jefferson no vivió para ver la eliminación de los últimos vestigios de la religión estatal. Falleció en 1826 y no fue hasta 1833 en Massachusetts que se eliminó el privilegio de la última iglesia estatal. En aquel momento Norte América llegó a ser verdaderamente la tierra de la libertad de culto. Los bautistas aprovecharon esta libertad en sus esfuerzos por extender el evangelio por toda la nación nueva.

Se desarrolló el compromiso de los bautistas con las misiones transculturales.

Al principio del siglo diecinueve, los bautistas habían crecido a más de mil cien iglesias, contando éstas con unos cien mil miembros. Sin embargo, les faltaba una organización nacional. Las iglesias guardaron celosamente su independencia y desconfiaban de cualquier organización que amenazara su autonomía y libertad. El gobierno eclesial congregacional y la autonomía de la iglesia local, se consideraban como el patrón medular del Nuevo Testamento. Al formarse las asociaciones bautistas, los estatutos establecían claramente los límites del poder de la asociación además de sus actividades. Pronto se dio un cambio en la falta de organización nacional. La motivación inicial para este cambio fue las misiones.

En los primeros años del siglo diecisiete, el fervor misionero que había envuelto a las iglesias congregacionales tuvo un efecto inesperado en los bautistas. En 1812 Ann Hasseltine Judson (1789-1826) y Adoniram Judson (1788-1850) junto con Luther Rice (1783-1836), siendo todos ellos congregacionalistas, fueron comisionados como misioneros a la India por la Junta Congregacional Americana de Comisionados para las Misiones Extranjeras. Los Judson, cada cónyuge siendo un cristiano entregado, tenían solamente dos semanas de casados antes de abordarse al Caravan, el barco que los llevó en su viaje de cuatro meses de América a la India.

Rice viajó en otro barco, el Harmony. Mientras viajaban en barcos diferentes y también al llegar a la India, los Judson y Rice estudiaron cuidadosamente el Nuevo Testamento para poder refutar la creencia bautista sobre el bautismo, porque los bautistas bajo el liderazgo de William Carey de Inglaterra ya estaban en la India. En cambio las iglesias congregacionales practicaban el bautismo de infantes.

Como resultado de su estudio de la Biblia, los Judson y Rice llegaron a aceptar la convicción bautista del bautismo del creyente y fueron bautizados como bautistas. Así resultaron cortados del apoyo financiero de las iglesias congregacionales, y Rice volvió a Norte América para buscar el apoyo financiero bautista para los Judson, quienes se trasladaron de la India a Birmania para realizar sus esfuerzos misioneros.

En Birmania los Judson se encontraron con desafíos severos. Aunque compartían el evangelio fielmente, la respuesta de la genta era la indiferencia o la hostilidad. Llegaron a Birmania en 1813, pero no fue hasta 1819 que el primer convertido fue bautizado. Las condiciones de vida, el clima, y la enfermedad les dañaron la salud en el extremo. La tristeza por la muerte de su primer hijo, llamado Roger Williams, después de solo ocho meses de vida, añadió a su dificultad.

Por fin la salud de Ana resultó quebrantada y ella volvió a los Estados Unidos en 1822 para recuperarse. Durante su estadía en los Estados Unidos, dio conferencias y escribió extensamente sobre las misiones, estimulando así un compromiso nuevo con la causa misionera entre un grupo creciente de personas. Sus cartas escritas tanto en los Estados Unidos como desde Birmania inspiraron el aumento en el apoyo para las misiones.

Sin embargo la vida de ella misma proveyó la inspiración más grande. Volvió a Birmania en 1823 y permaneció en su puesto misionero a pesar de dificultades indescriptibles. Su esposo sufrió casi dos años de tortura y encarcelamiento, durante las cuales ella arriesgaba su vida y salud para ministrarlo. Persistió en suplicar su liberación mientras que también cuidaba a su bebé. Su bondad a toda persona le ganó admiración y una multitud de amigos. Su traducción de porciones de la Biblia al lenguaje Birmano llevó a muchos a conocer más de Cristo. Finalmente, los años de trabajo arduo le robaron su salud y falleció el 24 de octubre de 1826 de una fiebre.

Adoniram continuó en el ministerio misionero que él y Ana habían iniciado a tan gran costo, incluyendo la muerte de sus únicos dos hijos. Después de la muerte de Ana, se casó con Sarah Hall Boardman (1803-1845) quien era una misionera maravillosa y de gran ayuda para él. Después de la muerte de ella, Adoniram se casó con Emily Chubbuck (1817-1854), quien también sirvió la causa misionera con diligencia. A través de muchos años de servicio de Judson, la obra misionera prosperó y la población bautista en Birmania continuó creciendo, llegando a ser uno de los más grandes del mundo.

El fervor misionero bautista condujo a organizaciones nacionales.

Los esfuerzos misioneros de los Judson en Birmania, la inspiración diseminada por su ejemplo y las escrituras de Ana, y las súplicas de Luther Rice en Norte América por apoyo financiero para los misioneros ayudaron a cambiar la vida bautista en América de maneras notables. Los bautistas acogieron los esfuerzos misioneros con entusiasmo. Fueron formando organizaciones nacionales para las misiones.

Rice viajó extensamente abogando por el apoyo financiero para las misiones. El resultado fue la formación en 1814 de la primera organización nacional de los bautistas, la Convención General Misionera de la Denominación Bautista en los Estados Unidos de América para las Misiones Extranjeras, mejor conocido como la Convención Trienal porque se convocaba cada tres años.

Pronto siguieron otras organizaciones, como las de misiones locales y de publicaciones. Se lanzaron las convenciones, la primera siendo la Convención Bautista de Carolina del Sur en 1821. Las mujeres bautistas formaron organizaciones bautistas para contribuir a las misiones tanto en la educación misionera como con el apoyo financiero.

Muchos bautistas llegaron a creer que las iglesias podían cooperar voluntariamente para formar organizaciones para la extensión del evangelio sin perder su autonomía. Unos pocos bautistas continuaron objetando a estas organizaciones bajo el argumento de que carecían de precedentes Bíblicos, más sin embargo las misiones, las organizaciones denominacionales, y la cooperación voluntaria pronto llegaron a ser factores principales en la vida bautista.

Los bautistas crecieron rápidamente tanto en número como en organizaciones.

Por toda la nación los bautistas crecieron rápidamente a través de los esfuerzos misioneros y evangelísticos. Multitudes de personas respondieron al evangelio y fueron bautizadas en las iglesias bautistas.

Los predicadores bautistas y líderes laicos llevaron el evangelio y el testimonio bautista a todas partes, incluyendo a la frontera occidental. Entre ellos estaban Squire Boone (1744-1815), un predicador y hermano de Daniel Boone (1734-1820), quien reunía creyentes en Kentucky, y Thomas Lincoln (1778-1851), un diácono bautista y padre de Abraham Lincoln (1809-1865) quien ayudó en el desarrollo de iglesias en Kentucky e Indiana.

Los bautistas no requieren estudios teológicos formales para que una persona se haga predicador. Como resultado, granjeros y comerciantes bautistas, y otros también quien sintieron el llamado a predicar lo hicieron y plantaron iglesias en dondequiera que se establecieron. Se unieron a estos esfuerzos predicadores educados en seminarios y universidades quienes también estaban comprometidos con el evangelismo y la plantación de iglesias.

Se les conocía a los bautistas como gente evangelística. Pusieron en marcha su fervor evangelístico de varias maneras. Acusaciones de ser demasiado fervientes y aún fanáticos no les hicieron disminuir sus esfuerzos por compartir el evangelio con toda persona en todo lugar.

Las iglesias nuevas, que muchas veces eran más efectivas que las más antiguas en el evangelismo, fueron plantadas en ciudades, pueblos, y áreas rurales. Se consideraba el evangelismo la responsabilidad y oportunidad de todo bautista, no solo las de los predicadores y evangelistas. Las iglesias les ofrecían oportunidades de capacitación a los miembros en cómo compartir su fe en Cristo con otros.

Se organizaban reuniones para el propósito exclusivo del evangelismo, algunas veces celebradas por iglesias particulares y otras veces por asociaciones de iglesias. Comúnmente llamadas “reuniones de avivamiento” o “reuniones extendidas”, estos eventos a veces duraban semanas, muchas veces resultando en muchas profesiones de fe y bautismos. Los bautismos frecuentemente se realizaban fuera de los edificios de las iglesias en estanques, ríos, riachuelos, y lagos, lo cual permitía maneras adicionales de compartir el evangelio públicamente.

La disputa sobre la esclavitud separó a los bautistas del Norte de los del Sur produciendo la formación de la Convención Bautista del Sur en 1845. La Convención Bautista del Sur llegó a ser la convención bautista más grande del mundo. La Guerra Civil Americana retardó el crecimiento entre los bautistas mundialmente por un tiempo, pero, después de la Guerra, el crecimiento continuó.

Se les reconocen a las iglesias Bluestone Church en la plantación de William Byrd en Virginia (1758) y Silver Bluff Baptist Church en Carolina del Sur (1773) como las primeras iglesias bautistas afro americanas. La iglesia de Carolina del Sur fue fundada como fruto de los esfuerzos evangelísticos de George Liele, cuyo apellido se deletrea a veces como Lisle o Leile, (1750-1828), un esclavo, quien migró a Jamaica después de conseguir su libertad. Los afro americanos liberados de la esclavitud por la Guerra Civil en la década de 1860, formaron cientos de iglesias bautistas y algunas de las convenciones bautistas más grandes que existen.

Los indígenas norteamericanos respondían a los esfuerzos misioneros bautistas y fundaron iglesias. Además varios grupos de inmigrantes como los Alemanes, Suecos, e Hispanos, plantaron iglesias bautistas, organizaron convenciones, fundaron colegios, y publicaron materiales.

Por lo general el crecimiento bautista ha sido fenomenal.

Alrededor de ochocientos mil bautistas en 1850 llegaron a ser más de cinco millones para 1900, más de diecisiete millones para 1955, y más de treinta millones para el año 2000. El crecimiento bautista no ha sido solo en números de miembros e iglesias sino también de muchas otras formas.

Organizaciones misioneras bautistas, empresas de publicación, colegios, y otras entidades se formaban en todas partes de Norte América en los siglos diecinueve y veinte. Los bautistas establecieron universidades, seminarios, instituciones para el cuidado de niños y ancianos, y centros médicos con notable calidad. Formaron entidades para publicar periódicos y otros materiales impresos y para proveer información a través de medios electrónicos como recursos para iglesias y otras organizaciones bautistas. Los bautistas enviaron a miles de misioneros a servir por toda la nación y en el mundo. Fundaron organizaciones para ministrar a todas las necesidades de las personas, incluyendo las físicas, mentales, emocionales, y espirituales.

Los bautistas fundaron organizaciones nacionales y regionales para apoyar estos esfuerzos variados. Llegaron a entender que el cumplimiento de la Gran Comisión del Señor Jesucristo (Mateo 28:18-20) y el Gran Mandamiento (Mateo 22:37-40) requería la cooperación. La cooperación voluntaria les permitió a los bautistas hacer juntos lo que ninguna persona, iglesia, u otra entidad podría hacer por sí sola en compartir el amor de Dios a través de palabra y hecho.

Mientras que ha ido creciendo la denominación bautista, los bautistas siguen contribuyendo de gran manera en varios aspectos de la sociedad. Han poblado las aulas de la academia y las salas de las juntas directivas de corporaciones influyentes. Se encuentran tanto en las filas como en el liderazgo de ámbitos tan variados como los negocios, las artes, los deportes, el mundo de entretenimiento, las fuerzas militares, y el gobierno.

Antes prohibidos de llevar cargos públicos, ellos han servido como jueces, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, y presidentes. Samuel “Sam” Houston (1793-1863) es un ejemplo de esto. Fue elegido como el primer presidente de la República de Texas en 1836. Fue bautizado el 19 de noviembre, de 1854 en la iglesia bautista “Independencia” de Independence, Texas, mientras que él fungía como senador de los Estados Unidos; y luego sirvió como gobernador del estado.

En el mundo de la religión, los bautistas han producido un verdadero ejército de pastores, maestros, misioneros, y líderes de iglesias. Han formado a grandes evangelistas como Billy Graham (1918-2018), autores influyentes como Walter Rauschenbusch (1861-1918), educadores sobresalientes como Francis Wayland (1796-1865), organizadores visionarios como Nannie Helen Burroughs (1879-1961), y voceros valientes de la justicia social como Martin Luther King, Jr. (1929-1968).

Varios factores contribuyeron al crecimiento bautista.

Comenzando de un pequeño bando de exiliados acurrucados en Rhode Island en el siglo diecisiete, los bautistas llegaron a ser la denominación más grande de Norte América, aparte de la Iglesia romana católica. El crecimiento bautista en Norte América no resultó principalmente de la migración como el crecimiento de la Iglesia católica romana, sino de esfuerzos evangelísticos y misioneros robustos.

Las organizaciones y actividades de las iglesias bautistas se concentraban en el evangelismo. Por ejemplo, la escuela dominical para todas las edades ha contribuido al crecimiento, porque combina el estudio Bíblico con el compañerismo y el alcance evangelístico. Las iglesias organizaron programas de visitación en los cuales los miembros visitaban los hogares de personas no afiliadas con una iglesia para invitarlas a la escuela dominical y al culto dominical con el fin de compartir a Cristo con los que no eran cristianos.

Además, como se explicó previamente, los bautistas no requieren ningún nivel de educación formal para sus predicadores y misioneros. Algunas iglesias bautistas y otras entidades tienen requisitos educativos, pero la denominación en sí no los tiene. Esto hizo posible que cientos de agricultores, comerciantes, y otros que respondieron al llamado de Dios pudieran predicar, pastorear, plantar iglesias, y proveer liderazgo aunque carecían de educación teológica formal. Algunos de ellos tenían un alto nivel de educación formal en áreas fuera de la teo-logía, mientras que otros tenían poca o aún ninguna educación formal más sin embargo poseían mucha pasión y habilidad. Por lo común, los bautistas no estaban en contra de la educación, lo cual se evidencia por la cantidad de colegios bautistas que existen; sin embargo no permitieron que las pautas de educación formal impidieran que el evangelio fuera compartido en la extensión de la frontera. Esta estrategia contribuyó de gran manera al crecimiento y a la diversidad bautista.

Los centros de educación bautistas y otras instituciones contribuyeron al crecimiento bautista. Las universidades, los seminarios, entidades para el cuidado de niños y ancianos, y hospitales han ayudado el testimonio bautista. Adicionalmente, las organizaciones que dan socorro en tiempos de desastre como terremotos, inundaciones, incendios, y tornados, extienden el alcance evangelístico a través de sus ministerios.

La expansión bautista también se ha aumentado porque varias características bautistas se acoplan al espíritu del sueño Americano. Dichas características incluyen un énfasis en la libertad, la responsabilidad personal, y los beneficios de la cooperación.

Con el crecimiento bautista llegó más diversidad.

Los bautistas han crecido no solo en números sino también en diversidad. Los bautistas han formado numerosas organizaciones regionales y nacionales, algunas con pocos miembros y otras con millones. Teológicamente cubren el rango desde bautistas de libre albedrío a bautistas primitivos. Varios grupos étnicos celebran convenciones como la Convención Bautista Hispana. Otras organizaciones resultaron de divisiones, como el Compañerismo Cooperativo Bautista que salió de la Convención Bautista del Sur, y la Convención Bautista Progresiva Nacional, Inc. que salió de la Convención Bautista Nacional, USA, Inc.

Los bautistas muestran muchas diferencias entre ellos. En la educación, los bautistas cubren el rango de los analfabetos a los académicos famosos. Económicamente, incluyen a los más pobres y los extremadamente ricos. Políticamente abarcan los que se consideran liberales y los que se consideran conservadores. Culturalmente y racialmente, vienen de muchos diferentes grupos. Aún con tanta diversidad, los bautistas de Norte América son bastante similares en sus creencias y prácticas fundamentales, las cuales se llaman la “receta bautista”.

Los bautistas en Norte América no están libres de faltas; ningún grupo lo está. Sin embargo, a pesar de ellas, los bautistas en Norte América han crecido y han contribuido muchos aportes positivos.

Los bautistas alrededor del mundo

Además de su presencia en Inglaterra y Norte América, los bautistas se han esparcido por todo el mundo. Los misioneros de Inglaterra y los Estados Unidos abrieron la obra bautista en África, Sud América, y Australia. La inmigración de los bautistas de Inglaterra y los Estados Unidos a lugares sin testimonio bautista extendió más la presencia de los bautistas alrededor del mundo.

En muchas áreas donde el testimonio bautista fue establecido primero por misioneros e inmigrantes, los bautistas de allí han enviado a sus propios misioneros para difundir aún más la presencia bautista. Y los bautistas continúan migrando a varios lugares, donde plantan iglesias.

En algunos lugares se establecieron iglesias bautistas autóctonas. Por ejemplo, en Alemania Johann Gerhard Oncken (1800-1884), llegó a aceptar las convicciones bautistas por su estudio personal de las Escrituras. Él había escuchado de un bautista americano quien estaba en Berlín, lo buscó, y con otras seis personas fue bautizado en el río Elba en 1834. Los esfuerzos evangelísticos de Oncken resultaron en la expansión de los bautistas en el continente europeo a tal grado que se le conoce como el “apóstol de los bautistas europeos”.

Las formas avanzadas de viajar y la comunicación han facilitado grandemente la expansión de los bautistas alrededor del mundo. El aumento en los recursos financieros de los bautistas les ha permitido utilizar estos medios extensivamente.

El énfasis bautista en el evangelismo, las misiones, la plantación de iglesias, y el ministerio han contribuido a la expansión bautista.

El crecimiento bautista no ha sido limitado a una sola área. La población bautista más grande se desarrolló en los Estados Unidos, pero los bautistas en otros países llegaron hasta contar más de un millón, como en Nigeria, la India, Myanmar (anteriormente Birmania), y Brasil. En total, las iglesias bautistas se extendieron a más de 120 países para el final del siglo veinte.

Existen iglesias bautistas en todos los continentes menos Antártica. Iglesias bautistas nuevas se forman cada día. El número de iglesias bautistas llegan a decenas de miles, y sus miembros en las decenas de millones. Los bautistas en estos lugares variados alrededor del mundo han establecido no solo iglesias sino también varias clases de organizaciones cooperativas.

Todas estas organizaciones llevan nombres distintos, tales como asociaciones, redes, sociedades, convenciones, compañerismos, y uniones, pero tienen en común la creencia de que la participación es siempre voluntaria. Adicionalmente, los bautistas han establecido centros educativos, hospitales, entidades para el cuidado de niños y ancianos, y otros tipos de instituciones para el ministerio. Los bautistas aportan una gran fuerza misionera llevando el evangelio “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Dondequiera que vayan, los bautistas abogan por la libertad de religión para todos.

Al principio del siglo veintiuno, el número de los bautistas alrededor del mundo se estimaba en aproximadamente cincuenta millones. Es realmente solo un número estimado. El número de los bautistas es difícil confirmar por varias razones. En algunos lugares, los bautistas son perseguidos y por eso no publican mucha información sobre sus actividades ni su membresía. Otros grupos bautistas no ven mucha importancia en mantener estadísticas. No hay entre los bautistas una autoridad central que pueda requerir que los grupos de bautistas alrededor del mundo reporten sus estadísticas. Los bautistas incluyen como miembros solo a los que han hecho una confesión pública de fe, se han bautizado, y se han hecho miembros de una iglesia. Así que los informes que incluyen solo a miembros reportan números bastante por debajo del número total de personas que participan en iglesias bautistas, tales como hijos no bautizados de los miembros y los que asisten fielmente a una iglesia bautista pero nunca se han hecho miembros formales de la misma.

Los bautistas alrededor el mundo se relacionan voluntariamente entre sí.

Los bautistas alrededor del mundo cooperan de varias formas. Por ejemplo, los bautistas en algunos países formaron alianzas o hacen esfuerzos colaborativos con bautistas en otros países para la plantación de iglesias, el evangelismo, o el ministerio. Además, iglesias locales y asociaciones de iglesias en una parte del mundo cooperan con entidades semejantes en otra parte. Algunos esfuerzos cooperativos se hacen formalmente y otros de manera informal, pero todos son de carácter voluntario.

Las instituciones bautistas en un país particular también cooperan con las de otro país. Por ejemplo, los centros médicos bautistas en Norte América contribuyen equipo y ayuda profesional a centros médicos bautistas en otras naciones. Las universidades y seminarios bautistas forman asociaciones con entidades afines en otros países.

En el año 1905 la Alianza Mundial Bautista se estableció para fomentar la cooperación y el compañerismo entre los bautistas del mundo. Igual a todas las organizaciones en la vida bautista, la Alianza no tiene autoridad sobre ninguna otra entidad bautista. Sirve como canal para la ayuda bautista a personas necesitadas, como defensor de la libertad de culto, y como fuente de ánimo y compañerismo para los bautistas mundialmente.

Una evidencia del crecimiento bautista alrededor del mundo son los varios lugares de los cuales han venido los presidentes de la Alianza Mundial Bautista. Éstos incluyen Australia, Brasil, Canadá, Dinamarca, Gran Britania, Hong Kong, Liberia, Corea del Sur, y los Estados Unidos. Los países donde la BWA (Alianza Mundial Bautista) se ha convocado también indican el crecimiento mundial de los bautistas. Incluyen Argentina, Australia, Brasil, Dinamarca, Inglaterra, Alemania, Japón, Corea del Sur, Suecia, y los Estados Unidos.

Características claves de los bautistas

Sin duda los bautistas son gente diversa. Dentro de esta gran diversidad, también existe cierto grado de uniformidad. No es una uniformidad impuesta u organizacional sino una derivada de ciertas convicciones comunes.

La autoridad de la Biblia y el Señorío de Cristo forman el fundamento de las convicciones bautistas.

El bautismo de solo creyentes en Cristo después de su conversión y por medio de la inmersión se cita en ocasiones como el mayor distintivo de los bautistas. Aunque sí distingue a los bautistas de la mayoría de la familia cristiana, el bautismo del creyente por la inmersión en verdad descansa sobre otras convicciones básicas. Entre ellas están el compromiso inconmovible con la Biblia como la única autoridad escrita para la fe y la práctica y la creencia apasionada en el señorío de Cristo.

Junto con estas convicciones está la devoción constante a la libertad. La insistencia firme en la autoridad de la Biblia, el señorío de Cristo, y la libertad responsable sirven como el fundamento para otros énfasis bautistas.

Siendo que Cristo es Señor, toda persona debe estar libre para encontrar y seguir su voluntad. Ya que la Biblia es la autoridad para la fe y la práctica, toda persona debe tener libertad para leer, interpretar, y aplicar las enseñanzas de la Biblia.

A su vez, estas convicciones llevan a otras creencias y prácticas bautistas, tales como la salvación solo por gracia por medio del arrepentimiento y la respuesta personal de fe en Cristo, la competencia del alma y el sacerdocio de todo creyente, el bautismo del creyente por la inmersión, la membresía regenerada de la iglesia, el gobierno de congregaciones autónomas por sus miembros, la cooperación voluntaria, el evangelismo, las misiones, esfuerzos por corregir el mal en el entorno social, la educación cristiana, y el ministerio a todas las necesidades de la persona en el nombre de Cristo.

Los bautistas han insistido afirmando constantemente que todas estas creencias funcionan mejor cuando hay libertad de religión y una separación amistosa entre la iglesia y el estado. John Leland, un pastor bautista quien fue uno de los líderes en la lucha por la libertad religiosa en América, escribió estas palabras en The Rights of Conscience Inalienable (Los derechos de la consciencia inalienables):

El gobierno no tiene nada más que ver con las opiniones religiosas de los hombres, que lo que tiene que ver con los principios de la matemática. Dejemos que cada hombre hable libremente sin temor, mantenga los principios que cree, adore de acuerdo a su propia fe, ya sea en un solo Dios, tres dioses, ningún dios, o veinte dioses; y ¡qué el gobierno lo proteja en hacerlo!

Ya que los bautistas han mantenido estas convicciones con firmeza y han desafiado las leyes normando prácticas religiosas, ellos han sufrido el ridículo y la persecución por parte de las autoridades gubernamentales y religiosas. ¿Cuál ha sido la respuesta de los bautistas a esta persecución? Frank S. Mead (1898-1982), un historiador metodista, dijo acerca de los bautistas, “Ni una sola vez en su historia amarga y sangrienta han tomado venganza contra sus perseguidores ni tampoco han perseguido a otros por su fe.”

El énfasis bautista en la libertad incluye la responsabilidad y la rendición de cuentas.

Herschel Hobbs (1907-1995) pastor y teólogo bautista destacado, escribió lo siguiente sobre la libertad bautista, “Esto no quiere decir que los bautistas crean que uno puede creer cualquier cosa y ser un cristiano o un bautista. La competencia del alma en la religión encierra la autoridad de las Escrituras y el señorío de Jesucristo.” Ciertamente, la libertad bautista debe ser una libertad responsable.

Cristo como Señor exige el discipulado responsable, la obediencia a su voluntad, el testimonio evangelístico, el alcance misionero, y el ministerio y servicio a los demás. La Biblia enseña que los que creen en Jesús como Salvador y Señor han de dar evidencia de tal creencia, no por el pietismo aislado sino por su participación en una comunidad de creyentes que adoran, testifican, aman y sirven juntos.

La rendición de cuentas es especialmente evidente en la vida de la iglesia bautista.

Para los bautistas la palabra “iglesia” se refiere principalmente a las congregaciones locales de creyentes bautizados. Cada iglesia es autónoma y libre de control externa.

La vida eclesial bautista encarna una libertad responsable. Los bautistas creen firmemente que uno debe hacerse miembro según su elección libre, nunca bajo presión. Los miembros de una iglesia deben tener libertad para gobernar la iglesia bajo el señorío de Cristo, aparte de cualquier interferencia humana de afuera.

La libertad caracteriza el apoyo financiero que los bautistas dan a la iglesia. Aunque los bautistas enseñan que los diezmos y las ofrendas son el método bíblico para apoyar a la iglesia, la denominación no manda cierto estándar financiero o método para dar. Los miembros, de manera individual, deciden qué, cuándo, y cómo ofrendarán. La colecta de diezmos y ofrendas forma parte de los cultos de adoración bautistas; se le anima a la gente a dar, pero no se le obliga a nadie.

Es más, las iglesias están en libertad para determinar cuánto la iglesia contribuirá a causas denominacionales. No se imponen recargos sobre individuos ni iglesias de parte de la denominación.

Estas libertades, como las demás en la vida bautista, deben ser practicadas con rendición de cuentas, apegándose a las enseñanzas de la Biblia y la dirección del Espíritu Santo bajo el Señorío de Cristo, la Cabeza de la Iglesia.

La adoración de los bautistas ejemplifica la libertad.

Los bautistas proclaman la importancia de la adoración individual, familiar, y eclesial y se mantienen firmes en creer que tal adoración debe estar libre del control y la interferencia del gobierno denominacional.

Los bautistas creen que la adoración colectiva de las congregaciones es un ingrediente vital en la vida de cada cristiano e iglesia. La denominación bautista no prescribe patrones de alabanza para las iglesias. La Biblia es la autoridad para la fe y la práctica para los bautistas, y la Biblia no presenta una forma prescrita para la adoración. Sin embargo, sí indica que ciertas prácticas estaban presentes en la adoración de las iglesias del Nuevo Testamento, lo cual es el patrón para la vida eclesial bautista. Estas prácticas incluían la lectura de la Escritura, la predicación, la oración, los cantos, la recolección de ofrendas, y los llamados para que las personas tomen decisiones. Mirando la Palabra para su guía, cada iglesia autónoma, a través de la gobernación congregacional, está en libertad para escoger la forma en que utiliza estos elementos en sus cultos de adoración.

La Biblia ocupa un lugar preeminente en la adoración bautista. La denominación no determina cuáles traducciones de la Biblia deben ser usadas para los cultos de adoración ni tampoco en qué momento del culto se debe leer la Biblia públicamente, cuáles pasajes se deben leer, ni quién debe leer la Biblia públicamente. La predicación bíblica es una parte importante del culto de adoración bautista, y el predicador, no la denominación, escoge el tema, texto, y tipo de sermón.

La oración es fundamental para todos los cultos bautistas de adoración. De nuevo, prevalece la libertad. La denominación no prescribe quién debe dirigir la oración pública, el contenido de la oración, ni tampoco los lugares para la oración en el orden del culto.

La música también juega un papel importante en los cultos bautistas de adoración. Las iglesias tienen libertad para usar cualquier música e instrumentos musicales que deseen. No hay directivas denominacionales para la música en la adoración.

Las dos ordenanzas de las iglesias bautistas, el bautismo del creyente y la Cena del Señor, se celebran como parte del culto de adoración. Para los bautistas cada uno de estas es muy importante, pero no necesaria para la salvación. A pesar de la importancia que tienen, no hay requisitos denominacionales para la forma en que deben ser celebradas. Cada iglesia tiene libertad para determinar cómo, cuándo, y dónde las ordenanzas se deben celebrar.

Los llamamientos también se incluyen en los cultos bautistas, tanto para los inconversos a confiar en Jesús como Salvador personal como para los que no son miembros de la iglesia a hacerse miembros. Muchas iglesias incluyen un momento en el servicio para que las personas hagan públicas sus decisiones; otras tienen un tiempo y lugar aparte para brindar consejería para las personas interesadas en tomar tales decisiones. La denominación no dicta la naturaleza de estos llamamientos. La respuesta a estos llamamientos ha de ser voluntaria y libre.

Sin duda el énfasis bautista en la libertad genera una gran variedad de adoración congregacional. El día, la hora, la duración, el contenido, el orden y el liderazgo para la adoración congregacional son determinados por la iglesia y no por ninguna directriz denominacional. Algunos cultos de adoración son informales; otros son formales. Tal variedad no resulta en una anarquía de adoración porque los bautistas procuran seguir la directriz del Nuevo Testamento “Pero todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden” (1 Corintios 14:40 NVI).

El patrón de organización de las iglesias bautistas demuestra la libertad.

La libertad de la iglesia bautista se observa en las maneras variadas en que las congregaciones bautistas están organizadas. El compromiso bautista a la autonomía de las iglesias locales y al gobierno congregacional ha resultado en muchos diferentes patrones de organización congregacional. No hay reglas oficiales prescritas por la denominación bautista para la organización congregacional. Algunas iglesias tienen una estructura bastante formal mientras que otras tienen muy poca estructura formal.

Los bautistas ocupan una variedad de nombres para referirse a los líderes de las congregaciones locales. Por ejemplo, se utilizan varios títulos a quien la iglesia llama para ser el predicador y maestro principal, tales como el pastor, anciano, o aún obispo (raras veces); por muchos años el título preferido en los Estados Unidos era el de anciano, pero el título “pastor” llegó a ser cada vez más preferido. La mayoría de los teólogos bautistas consideran que el Nuevo Testamento usa los títulos de pastor, anciano, y obispo para referirse a varios aspectos del mismo puesto.

Independientemente del título que se use, el líder es elegido por los miembros de la congregación local y no nombrado por una entidad denominacional fuera de la iglesia. Además, el líder no sirve como mediador entre los miembros de la congregación y Dios. Cada bautista es un sacerdote y se relaciona directamente con Dios, ejercitando su competencia del alma bajo el señorío de Cristo y con la dirección del Espíritu Santo.

Las organizaciones bautistas más allá de las congregaciones locales también evidencian la libertad.

El énfasis bautista en la libertad y el rechazo a cualquier autoridad humana que dicte la fe y la práctica religiosa han resultado en expresiones múltiples de la vida organizacional de los bautistas más allá de las congregaciones locales. Una denominación es un grupo de personas quienes afirman en común un conjunto de creencias, prácticas, y valores. Por lo general una denominación desarrolla varias organizaciones en base a estas creencias.

Adicionalmente a las congregaciones locales de creyentes, dichas organizaciones entre los bautistas incluyen asociaciones, sociedades, uniones, compañerismos, y convenciones, además de instituciones de varias clases para el evangelismo, la educación, las misiones, el ministerio, las publicaciones, y la asistencia médica. No hay patrones de organizaciones ni tampoco nombres para estas organizaciones que se dicten de manera denominacional. Además, las iglesias locales están en libertad de asociarse o no con las organizaciones y ninguna de ellas tiene autoridad alguna sobre las iglesias locales.

La libertad bautista se evidencia también en los títulos para los líderes y oficiales de las varias organizaciones denominacionales. No hay títulos prescritos denominacionales, y cada entidad está en libertad para escoger cualquier título que prefiera. Estos títulos varían de acuerdo a la naturaleza de la organización, la función del líder, y la tradición.

Para instituciones tales como escuelas, entidades de cuidado para niños y ancianos, y hospitales, los títulos comunes son el de superintendente y presidente. Para organizaciones como asociaciones y convenciones, los títulos comunes son los de director, director ejecutivo, director de misiones, presidente, secretario general, y secretario corresponsal. Todos estos puestos, cualquiera que sea el título, tienen en común de que el que lo ocupa no tenga autoridad sobre la congregación local; cada iglesia es autónoma y auto-gobernante.

La libertad bautista se expresa en las varias formas en que las iglesias bautistas y otras organizaciones bautistas se relacionan a grupos no bautistas.

La denominación bautista no determina las formas en las que las entidades bautistas se relacionan con organizaciones religiosas no bautistas, tales como alianzas ministeriales locales y cuerpos ecuménicos estatales, nacionales y mundiales, como el Concilio Nacional de Iglesias y el Concilio Mundial de Iglesias. Algunos bautistas se asocian estrechamente con tales grupos, mientras que otros no lo hacen.

La mayoría de las iglesias y organizaciones bautistas coopera con no bautistas en pro de ciertas causas específicas como por ejemplo los esfuerzos para promover la libertad de religión. Muchos grupos bautistas cooperan con otros cuerpos religiosos así como también organizaciones seculares en varios asuntos como la acción social y el auxilio a las víctimas de una catástrofe.

La naturaleza y los resultados del énfasis bautista en la libertad han marcado la denominación.

La libertad también se ve evidente en las varias controversias que forman parte de la historia bautista. Los bautistas han vivido muchas controversias, a menudo generando la división y la formación de nuevas iglesias, organizaciones, e instituciones. Una de las razones por las que la controversia en la vida bautista resulta con frecuencia en división es porque no existe ninguna autoridad humana en la denominación que tenga el poder para resolver conflictos o emitir un veredicto final cuando irrumpen las diferencias. La Biblia es la autoridad para la fe y práctica bautista.

Al surgir las diferencias, los bautistas apelan a la Biblia como la base de sus convicciones, y no a un credo humano o un pronunciamiento denominacional, dado que los bautistas son libres para interpretar y aplicar la Biblia por sí mismos. No hay una interpretación oficial que todos los bautistas tengan que aceptar. En el caso de interpretaciones que no coinciden, no hay ninguna autoridad humana que declare cuál interpretación sea la correcta.

El énfasis bautista en la libertad no significa que una persona pueda creer cualquier cosa y siempre ser considerado un bautista, porque los bautistas tienen ciertas creencias fundamentales que definen lo que significa ser una bautista. Por ejemplo, los bautistas defenderían la libertad de una persona para creer que el bautismo es esencial para la salvación, más sin embargo aclararían que tal creencia deja a la persona fuera del redil bautista ya que una de las convicciones bautistas es que la salvación es solamente por gracia por medio del arrepentimiento y la fe, y no por obras o sacramentos.

La libertad bautista ha resultado en grandes diversidades que continúan, más sin embargo los bautistas son asombrosamente semejantes. Los bautistas son caracterizados por la unidad y la diversidad que no descansan sobre estructuras sino sobre las creencias y las prácticas que atesoran. Con todas sus diferencias, los bautistas comparten convicciones fundamentales. Estas creencias y prácticas, como un todo, hacen de los bautistas una familia distintiva de cristianos. Baptist Identity Series (La serie de la identidad bautista) promulga estas creencias y prácticas que constituyen la “receta bautista”.

La “receta bautista” es verdaderamente extraordinaria. Una examinación cuidadosa de la receta revela un equilibrio maravilloso e integridad en todas sus partes. Por ejemplo, el énfasis en una respuesta individual y personal al evangelio es balanceado por un énfasis en la comunidad de sacerdotes creyentes en el compañerismo amoroso de iglesias. Y los ingredientes de la receta están vinculados en un todo por amor mientras que cada quien participa en el amor de Dios y es un medio para compartir el amor de Dios.

Conclusión

La historia bautista es verdaderamente una historia maravillosa. Es una historia inspiradora, repleta de ejemplos de dedicación y valentía, muchas veces frente a la persecución dolorosa.

Es una historia que sigue creciendo. El compromiso bautista al evangelismo y las misiones, basado en la obediencia a Cristo y en amor por toda persona, ha resultado en un número acrecentado de cristianos e iglesias bautistas. La denominación bautista ha llegado a ser una de las partes más grandes de la familia cristiana.

Es una historia cada vez más diversa. Mientras que crece la familia bautista de cristianos, va abarcando una variedad creciente de personas; la familia es enriquecida por las ideas nuevas, los énfasis, y los estilos de adoración que éstas traen.

Los bautistas sirven en una multitud de maneras para cuidar a personas que sufren. Los bautistas individuales, las iglesias, asociaciones, convenciones, sociedades, compañerismos, redes, uniones, e instituciones satisfacen necesidades espirituales, físicas, mentales, emocionales y sociales.

Los bautistas han desarrollado una gran variedad de organizaciones, pero las congregaciones de creyentes bautizados permanecen como el cimiento de la estructura denominacional bautista. Estas iglesias son diferentes en tamaño, ubicación, ministerios, estilos de alabanza, e instalaciones. El liderazgo pastoral varía de tiempo completo a medio tiempo, de los que tienen títulos de un seminario a los con poca educación formal. Aunque son diversas, estas iglesias comparten un compromiso común a las creencias bautistas fundamentales.

Los desafíos y las dificultades han sido numerosos en el pasado, y mientras que se va revelando el futuro no es de dudar que otros desafíos aguardan la familia bautista de cristianos. De igual manera que los bautistas del pasado han encarado y vencido éstos con la ayuda de Dios, los de los días venideros seguramente harán lo mismo y los bautistas continuarán cumpliendo la Gran Comisión y el Gran Mandamiento del Señor Jesucristo.

La Gran Comisión
Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: “—Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”
Mateo 28:18-20 (NVI)

El Gran Mandamiento
—”Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Mateo 22:37-40 (NVI)